domingo, 23 de mayo de 2010

Crisis, el origen.

Hasta los huevos de papearme blogs de economía, de posturas encontradas, pseudo-gurús y profetas del apocalipsis (hasta me ha dado por repasar apuntes de la universidad, qué pérdida de tiempo, madre), acabo mareado y con más dudas en mi cada vez más áspero blog de pataleta y ácido, presto a plantear dudas a quien quiera leer. Y es que lo único que saco en claro es que los titulados en "ciencias" varias de la economía no tienen ni puta idea ni se ponen de acuerdo en una frase.

Porque, ¿no es la hostia de curioso, que todos sepamos más o menos en qué situación nos encontramos, pero no haya un dios que se aclare con el motivo de todo esto? Loepoldo Abadía empezó teniéndolo muy claro y explicándolo de un modo cristalino en su blog; la culpa es de la banca norteamericana, sus hipotecas basura y cómo las endiñaron de tapadillo al resto del mundo. Pero ahora que se ha hinchado a vender libros al respecto, otras voces apuntan hacia direcciones alternativas y diversas. Especuladores, políticos, bancos centrales, cretinos que piden más de lo que peden pagar, CDS y otros activos oscuros... no está del todo claro, es una cuestión compleja que te cagas, no se puede medir a la ligera, etc. Y, pese a la gravedad del asunto, no existe persona humana en el mundo con entidad suficiente para investigar un asuntillo liviano que nos puede devolver a la edad de piedra en cualquier momento, como nos descuidemos. Y digo yo: ¿pero esto qué mierda es? ¿qué cojones hacemos, que no estamos pidiendo los huevos de nadie? ¿Cómo es posible que estemos sacrificándonos billones de personas por cuatro hijos de puta que pueden y saben ocultarse como unos fenómenos? Porque no se me escapa que no todo el mundo ha perdido con esta situación sino todo lo contrario, y a nadie le parece sospechoso.

Lo que tengo muy claro es que este fantástico sistema económico y financiero que nos ha tenido resignados a la mayoría y enriquecidos a cuatro bastardos durante varios siglos acaba de derrumbarse como una pila de dados de rol a la que se coloca demasiado peso en la cima. Todo movimiento encaminado a su recuperación implica un aumento preocupante de la deuda soberana y un empobrecimiento cruel de la población currante, que es la que hace que todo funcione. Los inversores, especuladores y toda esa suerte de roedores cuentamonedas que malduerme por la noches nunca pierde, y con cuatro movimientos temerosos aseguran su riqueza y deshacen cualquier actuación gubernamental en pos de sus intereses. Actuaciones gubernamentales que no se sabe quién dirige realmente o bajo qué presiones...

El caso es que hace poco salió un interesante artículo en Genciencia (quien, a su vez, sacaba el texto del libro Superfreakonomics), que hablaba sobre un experimento que se hizo con un grupo de monos capuchinos: concretamente, se los iniciaba en un básico sistema capitalista. Es decir, les enseñaron que podían intercambiar una suerte de monedas (unas arandelas metálicas) por comida. Les entregaban un número limitado de estas monedas al día, a modo de paga, y empezaron a hacer experimentos con subidas y bajadas de precio, observando que se comportaban excatamente igual que el más común de los humanos. Ahora viene lo bueno: cuando los introdujeron en juegos de azar con dinero de por medio de un modo similar a lo que podría ser el mecanismo de la bolsa, el grado de corrupción observado en dicha comunidad fue tal que se llegó a ver el primer caso de prostitución. Ahí es nada. Más detalles en el link.

Lo cual me lleva, una vez más, a una reflexión muy pesimista sobre nuestro actual estado de civilización y nuestro sistema económico y financiero. Creo que esta crisis se tiene que estudiar muy en serio desde el punto de vista más objetivo posible, por personal independiente y llegando a un origen concreto y probado. Es hora de ver el primer golpe de banco central, la revolución francesa contagiada al resto el mundo (globalización útil), que corra la sangre azul y verde...! Ahem, no podemos tolerar que nuestra vida se vaya a la mierda por intentar mantener de un modo ciego un sistema que no funciona y que ni siquiera sabemos por qué (quizá haya quien lo sepa, pero desde luego no somos los que lo sufrimos, y tampoco la prensa especializada, por lo que leo), sólo por el miedo a nuestra falta de autocontrol. A lo mejor es una buena oportunidad para hacer un esfuerzo intelectual y racional sin precedentes y empezar a distinguirnos de los monos capuchinos.